todoy nada |
8.5.06
Visité, huí y olvidé -menos a dos-(El vertiginosa paso de un payuca por la Feria) Julio Zoppi y su vertiginoso paso por una efímera y ruidosa función hecha para visitar, huir y olvidar. Bien temprano recorrí los 145 kilómetros que me separan de la Capital para enhebrar un viernes movidito, regado de trámites laborales y la obtención del pasaporte en la Federal. Allá por las cinco de la tarde bajo del subte en Plaza Italia y llego a la esquina de la Rural para ver, oh sorpresa, una ausencia total de carteles de la Feria del Libro. Contrariando mis expectativas, lo que se anunciaba era una exposición sobre fútbol. ¡Zas! Primera muestra de que soy todavía un descolgado campesino que a pesar de viajar seguido a Buenos Aires se queda afuera de toda la información que un porteño maneja casi de taquito. Me pasa igual con los recitales de bandas que no son muy conocidas ni promovidas, de los cuales me entero cuando ya hace dos meses que se hicieron. ¿Cómo es que hacen allá para saber por ejemplo que una banda de gothic metal vino a tocar un martes al Ateneo cuando en ningún medio se difunde la noticia? ¿Se desayunan todas las mañanas con la página de Ticketek? La cuestión es que al ver lo de fútbol pensé: "Está bien que las insoportables sensiblerías radiales del Alejandro Apo han logrado un avance importante en la lucha por mostrar la unión del fútbol con la literatura pero esto no me lo esperaba". De inmediato me asalta mi terror a preguntar, soy capaz de tomarme un bondi a Mataderos por error con tal de evitar preguntarle a alguien en la calle. "La entrada por Av. Sarmiento" me dice el boletero al cual me le animo. Allá voy entonces. Lo que había leído en los blogs todos estos días anteriores me había hecho la idea de que me iba a encontrar con un infierno. Puede que haya habido una lectura tendenciosa de mi parte, pero realmente las crónicas blogueras me habían hecho la cabeza para encontrarme con una cámara de torturas. Y la decepción fue notable porque dentro de todo ?o dentro y fuera de nada- el suceso y su entorno me pareció un infiernito agraciado, un mal absolutamente menor, tan abigarrado de fastidios y tan artificialmente atractivo por un rato como cualquier entretenimiento urbano. Será que fui demasiado prevenido ante las advertencias de precipitarme a una experiencia nefasta. Mi última participación ferial ya estaba algo caduca, databa de años atrás cuando todavía se hacía en Figueroa Alcorta cerca de la Facultad de Derecho. Este Predio Ferial de Palermo destila una onda muy arriba, muy high tech & high touch. Y uno al cruzar patios y pabellones siente que está en el viejo paraíso aquél donde la bosta de vaca se reviste con la pátina brillosa y tradicional del cajetillaje más enhiesto; se percibe un resplandor a lujito excitante, paquetería pero de la sana, esa que nos hace pensar que aún la más pestilente mierda frívola y garca, luce atractiva. Algo que en el otro predio de Figueroa Alcorta no se sentía ni remotamente; aquello era más improvisado, metálico y aluvional; como buscar ofertas en un supermercado Coto del Gran Buenos Aires con libros apiñados en las góndolas; esto se asemeja más a una exposición de vivienda, diseño y decoración donde se exhiben artefactos industriales y no libros, o en todo caso a un tour de shopping digamos tipo Unicenter pero con filigranas de Patio Bullrich eso sí, en los intersticios. Atravesé el pabellón de acceso, mucho Clarín y Nación, onda muy computacional, actividades de extensión, chicos jugando, de libros ni hablar. Ya en los espacios libreros la primera referencia visual aguda que me hizo detener fue en el stand del Planet Group, una foto de tamaño casi bufonesco de Martín Caparrós: "Hoy firma". ¿Quién me mandó a mirar? Casi lo llamo a Genovese para avisarle. "Vení Omar, no te lo pierdas". De a poco me metí en clima, recorrí muy rápido todo, manoseé algún que otro ejemplar, me abstuve de mirar más de lo que miré, y hasta culminé mi periplo exploratorio comprando un libro de Pascal Bruckner que tuvo un destino trágico, ya que dos veces lo perdí; la primera lo encontré, la segunda ya llegando de madrugada a mi casa, no. De la lista de charlas programadas en toda al feria me hubiera interesado mucho ir a un par de ellas, pero como hacer coincidir días horarios y disponibilidades, imposible. No vi. por suerte colas de gente aguardando firmas de los autores. El cholulismo que incluye este acto es digno de mi total repulsión. La firma de su ejemplar es para muchos algo más que un recuerdo del autor, es un trofeo triunfal a exhibir en el futuro entre sus amigos. De este modo impersonal, mecanizado, casi industrializado, esas dedicatorias a la carta, ni siquiera tiene el valor de un recuerdo en relación a una anécdota que haya provocado el encuentro; a una razón, al accidente. Una firma de feria es como un papel sellado en la cola del banco. Pero para los acostumbrados a lucir sus "relaciones" con los famosos sirve. ¿Nunca se toparon con eso tipos que te dicen con orgullo canchero: "Fulano ?alguien famoso- comió acá, estuvo con nosotros hablando en esta mesa". Como si fuera una hazaña, un hecho que los jerarquiza. "Así que estuvo acá, ahá, ¿y qué? ¿Hiciste una fiesta?" La gente tiene una relación de proyección mística con los famosos, por decirlo de un modo general, y eso a veces los lleva al despropósito de "agradecerles su humanidad". No era mi intención imitar el vía crucis mujeril de Omar, pero como dejar de saludar a Paula y conocer a Inx, dos de las bloggeramigas que sabía tenían parada fija aquí. Así fue que terminé rescatando de sus trabajos a ambas por un tiempo. Primero departí con la Pampín a la que ya conocía del Rojas, fémina energética y de charla rápida, nos pasamos encimándonos -en la conversación, se entiende- de lo lindo . A Inx no la había visto antes, así que tuve el placer de adivinarla en el Stand de Antígona, no me equivoqué por suerte y fue otro gratísimo momento, con muchas ideas compartidas con esta Mujer de distinguido porte y contundente personalidad, como para andar derecho si o si. Volví a atravesar pabellones para el escape final, casi como apurado. Salvo por los enriquecedores encuentros humanos, del artefacto social de la Feria en si me traje solamente un residuo de glamour descartable, módico en su profundidad aunque quizá entretenido y contenedor a causa de su propia intrascendencia. Una efímera y ruidosa función hecha para visitar, huir y olvidar.
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