todoy nada
20.4.10

Principios básicos de ontología ferial

Julio Zoppi se adelanta un par de días y nos habla del Escritor, el Comprador, el Editor-Vendedor y algunas atracciones complementarias.

Con sus contradicciones burguesas atravesadas en el esófago, bajo el nerviosismo obvio de penetrar en el territorio del enemigo, el escritor fue, firmó libros y se sintió tan pero tan bien que casi se meó.
Antoniette Pinchon Savoy, ElLiternauta y los Nitroforros, Ediciones VVB- 2006


El Escritor, padre e hijo de toda página que rota ciento ochenta grados sobre un eje ubicado en el lomo
En este mundo viven y con dinero de curso legal pagan sus cuentas. Tienen que costear los consumibles necesarios para seguir vivos con algún que otro espacio en la terraza de la cabecita donde tender sus datos íntimos y dejar que se soleen un poco. Por sobre todas las cosas, a los fetiches estelares de la populatría cultural hay que honrarlos: darles la ducha anual de glamour, el jacuzzi brilloso y burbujeante de las lentejuelas y el champagne. Por ello, intimo a todos los concurrentes a confluir tras un objetivo básico: haced que El Escritor, soberano de toda soberanía textual, actor protagónico necesario de todos los culebrones, arquitecto de todo acto de encuadernación social del lenguaje, se vuelva vedette por unos días y sienta que el mundo ha decidido, por fin, hacer justicia con él. Que pueda regresar al trance solitaria de la función creadora avasallado por el irreemplazable afecto de su mejor amigo, el lector.

El Comprador, festichola en la tumba del soldado desconocido
Muchos ponderan el lado festivo del evento social, su condición paseadora de high touch entertainment. Ya se que es un placer lúdico como pocos hojear un libro usando un sanguchito salado como señalador al riego de una Stella Artois bien frappé, pero quiero reivindicar un injustamente oscurecido lado fenicio del asunto; volver a las fuentes que hagan que el visitante de alguna manera se sienta en “La Salada del Campo Cultural”. Una feria para poderse autorizar a llevar ese nombre con propiedad debe connotar de inmediato un inconfundible significado de ganga. Para el comprador toda feria es el templo de la oferta y el descuento, del regateo y la rebaja, la oportunidad de adquisición ventajosa que la convierte en una inestimable fuente de regocijo consumidor. Es muy simple: si no hay ganga no hay feria. Se rompe “el contrato social básico en la construcción del sujeto colectivo indispensable para que se cumplan las condiciones objetivas que aseguren un motivo verdadero para que la gente concurra a la feria”. El evento no puede renunciar a ser un homenaje de excepción al cliente deprimido que llega de todo un año de lucha desigual contra la muralla inexpugnable del soberbio mercado cotidiano. Harto de rebotar contra esa indiferencia terca de los precios, tan ofensivos en su descaro, el comprador necesita ser invitado a una fiesta como anfitrión preferencial, donde le será permitido envanecer su orgullo y donde será siempre consentido de alguna manera.

El Editor-Vendedor, la única especie que nació sin derecho a la extinción
El vendedor es casi siempre al mismo tiempo el editor; sufriente empresario que nunca deja de preguntarse por qué no cambiar de ramo de una vez y dedicarse a un producto con menos bronce nobiliario pero con más histeria seductora. En la feria el vendedor debe estar en un estado de reviente; con el si fácil, dispuesto a conceder y concederse cualquier exceso, lujurioso y festivo, en una noche de permisivo desenfreno y transigencia negociadora. Recomendaría que se alcoholicen bastante para lucir más atrevidos y creativos a la hora de transmitir excitación transaccional y la más lírica de las vocaciones ofensivas que puedan permitirse en materia de descuentos, sin temor a los goles de contragolpe. No se trata tan simplemente de repetir los mismos actos mecánicos de la venta, la feria es el lugar para hacer el amor con los compradores, para practicar una deliciosa promiscuidad de facturación sin preservativo.

Las atracciones complementarias
A las ya conocidas mesas redondas, conferencias, seminarios, charlas, proyecciones y demás funciones formales que se ponen a la grupa del núcleo bibliológico de la feria, podríamos agregar algunas nuevas atracciones:
Emitir en vivo un primer programa de chimentos del campo cultural. La posibilidad de hablar de si le queda bien el saco mao que se puso Caparrós, si la Piñeiro está buena o no está buena, si Gus Nielsen es tan simpático como parece, a cuantos colegas realmente putea Fogwill o quién banca a Andahazi.
Concurso de textos para solapas y contratapas. A ver si desterramos de una vez por todas esas contratapas elogiosas que revientan el cielorraso de imponencia tipo: "Fabián Monsanto, tal vez el exponente más despampanante de la Nueva Ensayística Argentina, logra a través de una prosa revulsiva no exenta de implacable lucidez, convertirse en el gran fiscal de la hipocondría argentina" cuando el flaco apenas ha logrado encadenar con alevosa arbitrariedad cuatro cinco planteamientos mal digeridos que encontró googleando por ahí con un par de anécdotas de facultad.





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