todoy nada
27.4.11

Los montpelerines y los libros

Gustavo Nielsen vino a la Feria, escuchó a Vargas Llosa y escribió una crónica imperdible.

Lo vi por ahí en un blog: si tuviéramos que esperar a coincidir ideológicamente para leer a alguien, nos perderíamos media literatura. Yo, al menos, me perdería a Borges, a Céline, a Vargas Llosa. Estuve ahí el día que Marito habló en la Feria del Libro. El tipo estuvo bastante correcto, apuntado por el periodista gorila Jorge Fernández Díaz, que no preguntó, porque es medio sonsín y no sabe preguntar nada. Que solamente le fue marcando ítem tras ítem, como una maestra aplicada ante su alumno más brillante, para que Vargas cantara la zamba a sus anchas. Tocó un libro, tocó otro. El público aplaudía cuando, por cualquier razón, Vargas cantaba la palabra libertad. Me hacía acordar a la época de Malvinas, pero al revés. Porque en esa época había justificativo, estábamos en una guerra adentro de una dictadura. Ahora no, hay plena democracia. El público de Vargas de esa noche estaba compuesto por un ochenta por ciento de dinosaurios. El pato que se levantó para hacer un par de cagadas en la mesa de la boda no fue ni González, ni Hebe. Digo un par, porque fueron dos interrupciones. Una de un tipo que se pasó de aplauso, cuando esperaba festejarle a Vargas cada una de sus libertades en exclusiva. Pero eran tantas, que se quedó aplaudiendo solo, una vez, bien fuerte, y Vargas lo miró feo. Le puso una amonestación con la mirada. Era un montpelerín desubicado. A veces hay. El otro, el segundo, balbuceó a los gritos, enfáticamente, un poema compuesto por seis ininteligibles frases cortas que –las estoy escuchando ahora en mi grabador, por eso las pude contar- decían algo como "sia-meses, sei-mese, su-misi, se-muese, sin-musi, sies-mieses". Lo hizo con voz disfónica de liberal desaforado. Y esto fue en el mayor de los aplausos de derecha, cuando la maestra llegó al ítem Argentina. Ahí Vargas se asustó y buscó con la vista, entre el público, a ese poeta del horror: no podía ser un ogro de la izquierda (había reaccionado a la palabra libertad), pero tampoco podía ser uno de los suyos, ese balbuceante de garganta atrevida. Porque Vargas contestó todas las inquietudes políticas del ítem bajo una única clave discursiva: reemplazó la palabra "democracia" por la palabra "liberalismo". De esta manera: "En el liberalismo hay libertad de prensa". "En el liberalismo no hay desapariciones de seres humanos". "El liberalismo es lo contrario a la dictadura". Y no hizo más que eso, fue light como el agua finamente gasificada que venden en los gimnasios. Borges hubiera descargado ironías apretadas y jodidas. Él no, leyó solamente las páginas de su manual explicado a los niños. Por eso las dos interrupciones lo sobresaltaron un poco: la sala estaba preparada para que pasara algo, pero él no esperaba que fueran los suyos los que lo hicieran tambalear. Un liberal sabe bien que las bestias son los de otros partidos, y militan en el PO o en el FPV.
El sistema de aplausos venía cargado de política dije, pero descargadito de lectura. El público dino sabía desde antes qué iba a aplaudir, como una claqué instruida desde una partitura. Pero no contaban con que Vargas es un escritorazo; y en la improvisación los iba a sorprender tremendamente. ¿Cuál es ese libro tan gracioso del que habló? Ése con un tipo que hace radioteatros y las cosas se le van de control… Cómo nos hizo reír. Debe ser un libro nuevo. Lo aplaudimos, aunque no estaba indicado en el papel. Hablando de papel: anoté el título. Se debe conseguir acá en la Feria. ¡Si tienen los libros de Stamateas y los de Coelho, mirá si no van a tener los del peruanito! La tía Julia y el escribidor.
El liberalismo antes triunfaba y ahora no. Ellos mismos no lo pueden creer. El título del congreso del Sheraton al que Vargas asistió por la mañana era algo así como "¿Por qué triunfa el populismo en América Latina y no nosotros?" Que somos más limpios, más elegantes, más cultos... La respuesta que se me ocurre, Vargas, es doble. Primero: porque fracasaron en la prueba y error de los 90. Ya está. Ustedes atrasan. Aunque vos vengas con tu discurso como si estuvieras hablando de algo nuevo. Segundo: porque perdieron charme, macho. Porque ya no son cultos. Miralos bien: tu ejército de voceros son todos estos idiotas iletrados y babeantes. Siguen comiendo rico, se siguen vistiendo en Armani, siguen viviendo en sus barrios cerrados, pero son una manga de animales. Vinieron a verte un poco porque ganaste el Nobel, cosa chic, y otro poco para desahogarse. No te leyeron. ¿Qué ha pasado con tus huestes, oh Vargas, otrora tan pensantes?
La derecha fracasa porque ya no lee ni los manuales de los electrodomésticos que compra. Porque tiene entre sus filas de poder a ignorantes como Macri o Rodríguez Larreta, alias el brillante por Barcelona, que no agarran ni el Patoruzito en la peluquería. Unos grasas, capo.
La derecha fracasa, sobre todo, porque se olvidó de leer.





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