todoy nada
11.5.05


BacheArte en la Feria

Cordín está convencido de que el arte se puede encontrar en cualquier lado, incluso en los baches nuestros de cada día. Por eso, al pasar por la Feria, no pudo evitar registrar esta espontánea muestra callejera.


9.5.05


Se acabó


8.5.05


Falta poco

Por suerte para todos, sólo queda hoy y mañana. Debería haberlo dicho antes, por si alguien todavía cree que vale la pena. Pero a esta altura, si algo había para disfrutar, la cantidad de gente que va a poblar el predio estos últimos dos días no va a permitirlo. Para que se hagan una idea real, podría mostrar alguna imagen. Pero una foto que muestre lo que les estoy diciendo debería haber sido sacada desde algún nivel superior. Manejé esa opción en algún momento pero ni ganas de subir una escalera me quedan. Podría también contarles alguna de las innumerables anécdotas que a esta altura del correr de los días se acumulan, pero tampoco tengo ganas. Así que, confórmense, esto es lo que hay.
Y recuerden, si a alguien le quedan más energías que a mí, todavía están a tiempo de enviarme alguna crónica menos inútil que ésta.

2.5.05


Tarde de galpón

Daniel Link también estuvo en la Feria. Se escandalizó, casi encontró la paz, fue aplaudido y se fue con pocas ganas de volver.

El sábado 30 de abril estuve en la Feria del Libro. El día anterior, razones de fuerza mayor me habían obligado a cancelar un compromiso, pero el sábado me forcé a cumplir lo prometido: fui a coordinar una mesa sobre literatura brasileña contemporánea. Ya que no me quedaba más remedio, fui temprano, para chusmear un poco. Había mucha gente. "Qué raro", pensé, "el día está precioso. Qué raro que la gente venga a encerrarse en un galpón".
Como siempre, me fui a ver los libros extranjeros, a ver si encontraba algo habitualmente difícil de conseguir en Buenos Aires. Vi que este año los alemanes y los franceses se juntaron con los polacos y los griegos en un stand "pan-europeo" que sólo agrega confusión al asunto. En el stand de Italia me escandalizó que no hubiera un solo libro (¡ni uno solo!) de Pier Paolo Pasolini. La culpa debe ser del Papa nuevo, o de Ibarra (cuando me escandalizo pierdo la poca razón que me queda). Deploré, como siempre, las colas interminables para obtener un fernet gratis. Y como me quedaba una media hora antes de mi intervención, me quedé escuchando el final de charla de Jorge Lanata en el salón principal, atestado de gente. Estaba hablando de Feinmann (José Pablo). Dijo que lo respetaba y lo admiraba y que por eso no entendía cómo podía ser tan rastreramente oficialista y llegar a tales niveles de genuflexión ante el poder soberano (de la Argentina, se entiende). Y que nunca había escuchado una "pelotudez" mayor que la que intentó reproducir por aproximación. "Menos mal", pensé, "que no gozo de la admiración y el respeto de Lanata". Después cargó, con el mismo tono ligero, contra Luis Alberto Romero (no sé bien por qué, pero intuyo que el historiador debe de haberlo criticado por su incursión en la historia argentina). Dijo que el problema de Romero hijo es ser hijo de Romero padre (José Luis). Y que ése es el origen de todos los males (o las disputas historiográficas: no llegué a escuchar la pregunta a la que estaba contestando).
Después me fui a fumar un cigarrillo en la explanada que da a la arena principal de la Rural, donde están dando, ahora, un espectáculo que se llama Óperapampa. Caía la tarde, había unos chicos jugando con trompos voladores, se escuchaba que en el escenario unos bailarines (a los que no podía ver) ensayaban unos pasos de malambo. Fue un momento hermoso, de "casi paz". Después fui a encontrarme con los escritores a los que tenía que entrevistar públicamente: Luis Fernando Verissimo y Paulo Lins, a quienes no conocía previamente. Paulo llegó tarde porque lo habían llevado a la Isla Maciel. "Toda la vida tratando de huir de la favela", dijo con amarga ironía, "y ahora sólo quieren llevarme a las favelas".
Yo había estado estudiando toda la noche del viernes y la mañana del sábado para hacer las preguntas ("se notó", me dijeron los organizadores del acto cuando terminó, con lo que me sentí aliviado). Hice una pequeña introducción destacando la necesidad de un conocimiento más íntimo, libre de estereotipos, de la cultura de nuestro hermano mayor en el Mercosur. Hice una mención humorística a Paulo Coelho y la sala (que estaba llena hasta reventar) estalló en aplausos como si una soprano famosísima hubiera cantado sin tropiezo un aria particularmente difícil. Un aplauso cerrado, continuo y extremadamente largo. Como no estoy acostumbrado al aplauso (y más bien me perturba), traté de continuar como si nada hubiera sucedido. Contra mis expectativas, Verissimo realizó intervenciones más claras, contundentes y comprensibles que las de Paulo. Al final, los escritores recibieron un aplauso similar al que habían destinado a mi chistecillo. "Es que la gente viene a la Feria a aplaudir", me dijo un amigo escéptico. Puede ser. De todos modos los brasileños se lo merecían: lo que hacen, lo hacen bien y quienes tenemos cierta debilidad en relación con la cultura brasileña, estamos siempre dispuestos a celebrar toda posibilidad de integración.
Volví corriendo a mis obligaciones. No sé si volveré a la Feria. Trataré de ir un día de semana, temprano, a ver libros. Pero no estoy seguro de encontrar el deseo. Siempre preferí ir a librerías.

1.5.05


1º de Mayo

Día del trabajador. ¿Y qué hacen los trabajadores para autohomenajearse? No trabajar. Aunque deberíamos decir que esto es en general, hay algunos casos que escapan a esta regla. Por ejemplo, el de los trabajadores de la feria. ¿Y qué implica esto? Que todos los trabajadores que hoy festejan su día sin trabajar, no tienen donde festejar porque el resto de los trabajadores hace lo mismo. O sea, todos los lugares de esparcimiento están cerrados. Todos menos uno, la Feria del Libro. La conclusión es que como cada año, el predio rebosará de gente que no tenía donde ir y en lugar de quedarse en su casa, se corrió hasta allí. Históricamente este día es el de mayor afluencia de público. Si todavía piensan que la feria es un buen lugar para mirar libros, no vayan. Si no tienen ganas de apretujar y ser apretujados, tampoco. Caso contrario, hagan lo que mejor les plazca, yo ya avisé. No quiero quejas.


Nuevo método

En un arranque de confraternidad libresca transmito aquí el novedoso e imperfectible método para achacar libros en la Feria del Libro. Dada la creciente pauperización de la clase trabajadora, que incluye a los libreros y, entre otros, a los barmans, que ya ni hacer negronis saben, no hace falta ningún sistema de encubrimiento prefabricado, ni disimulo actoral. Mucho menos utensilios fabricados ad hoc o amigos que hagan de campana, ni buchones, ni cómplices, ni buenas piernas para emprender la carrera. Lo que el ladrón debe hacer al entrar a un stand es tomar lo más rápido posible el libro de su interés (cuanto más caro, mejor) y dirigirse con él en la mano al primer vendedor alcahuete que vea para preguntarle: "¿Tenés este libro?", señalando el que acaba de tomar entre sus frágiles manos. En el 98% de los casos el librero en cuestión dirá: "No, no lo tengo", luego de lo cual sólo quedará emprender la retirada y a tomar por culo. Hagan la prueba. Van a ver que no falla.





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