todoy nada
27.4.06


Un infierno encantador

Miguel P. Soler no fue, todavía, este año a la Feria. Pero no hace falta, nunca se ha ido de su cerco.

Aún no fui a la Feria. Me mantengo aún alejado de su insistente llamado anual, no porque pretenda salir indemne de sus efectos ambiguos, sino porque sé que al trasponer sus puertas, derivando de azul a verde, de verde a amarillo, sentiré que nunca me he ido de su cerco, que siempre he estado ahí. Como las veces, que bien pasada mi adolescencia, veraneaba en Miramar, año tras año: al momento de arribar, uno siente que todo está igual, intacto, calórico y pleno de promesas, que luego se verán apenas satisfechas (o directamente, frustradas hasta el próximo año: maravilloso espejismo de juventud eterna).

Digamos, que más que un no-lugar (como afirma Inx, en su blog), es un lugar atemporal, ubicuo como un infierno personal. Uno sabe que al entrar, tratando de sortear la entrada al menor precio (porque en mi caso, vuelvo muchas veces a lo largo de esas semanas), según la hora, se encontrará apresado como en una marea humana (como la peatonal de su lugar de veraneo favorito), tratará de atravesar tres filas contrapuestas y zigzagueantes: la de los ebrios de fernet, la de las consultas bibliográficas, y la de las firmas de libros de los caricaturistas y/o mediáticos. Es por eso, que en su matriz de senderos rojos que se bifurcan, se da el abigarramiento, la confusión, la distante e incómoda serenidad de la lectura, "la muerte en dos piernas". Y como un infierno circular, me compadeceré de los reclusos que te miran desde su mesa, esperando que te acerques a pedirle una firma, aunque más no sea sobre una servilleta o un folleto de picaduras de abejas terapéuticas (y rogaré que jamás me pase), me angustiaré frente a la caótica producción de libros que no serán leídos de esa editorial lamborgiana que empieza con D. y que amenaza ocupar el universo, miraré a las bellas promotoras cada vez más escasas, cada vez con menos preguntas por hacerles. Y el avance incontenible de la imagen por sobre la letra, de los colores y los sorteos, de Musimundo y los supermercados polirubro, de los cursos de cocina (al año pasado, Birmajer comentaba recetas típicas), de juguetes didácticos pero mudos, de libros de diseño y pintura incomprables cuyas hojas quisiera arrancar subrepticiamente, de revistas desde las cuales, mujeres desnudas y llameantes nos susurran mentalmente que abracemos la vida, que quememos los libros y exijamos un verano aquí y ahora.

Y los ulises, que en nuestra miopía, aún queremos conseguir un libro que nos depare horas de maravillosa lectura, evitando las seducciones aparentes de las sirenas, aún tenemos otros obstáculos. No hay nada que me moleste más, que al acercarme a un libro de una mesa de ejemplares apretados, sienta que un vendedor se viene estratégicamente hasta mi posición, como un celador de prisión o como una marcación futbolística. Siento su acecho, pero cuando le pregunto que tal ese libro, sólo puede decirme cuánto vale. Y a veces, ni eso. Mira mis manos, como si estuviese a punto de hacer una prestidigitación (y me encantaría ser un Copperfield bibliófilo).

Pero si hay un stand, desde el cual opera Satanás, como un vil banquero imperialista ofreciendo la seducción de lo prohibido, es el cajón de aluminio de Riverside Agency S.A. No sólo por los precios infamantes de la línea Anagrama, que son de mi predilección, sino porque ¡¡¡ni siquiera te hacen un descuento del 10%!!! Mal que me pese, habría que hacerle un bloqueo y que no entre más en la Feria hasta alinearse con el objetivo principal que debería tener este evento: promover la accesibilidad del libro al lector. Yo acuso.

Y por supuesto, la ebriedad al borde de la náusea, porque entre tantos libros ilegibles, entre tantos libros de precios exorbitantes, tantos libros ausentes o discontinuados, gravitan todos aquellos libros que sí podemos comprar, que podemos leer, pero que siendo tantos, dudamos en elegir. Y saber, que año a año, ese número crecerá como crías, y los lectores seremos menos, y no me alcanzará una eternidad para leerlos a todos. Y sentir esa tentación de bombero bradburiano, ante su sobrevida procelosa, e imaginar una gran hoguera, a fin de darle la espalda serenamente y con un doble click, ver como Pampita corre hacia mí, bronceada y exuberante atravesando una playa infinita.

25.4.06


¿A qué van los estudiantes a la Feria?

A zafar de un día de clases. A llenarse de folletos que tirarán a la basura apenas dejen el predio. A corretear chicos y/o chicas según corresponda. A gritar como si estuvieran en cualquier otro lugar donde a nadie molestaría que lo hicieran. A recolectar firmas de autores que no conocen. A pertubar la frágil tranquilidad del personal de los stands. A robar libros.
Y vamos a deternos aquí, en el último punto. Si van a robar libros, jóvenes argentinos, fíjense qué es lo que están robando. Quizás lo hacen simplemente porque creen que robar es un acto trangesor. Tengo que decirles que no, que robar es otra cosa. Y robar un libro es mucho más otra cosa. Si van a hacerlo, miren qué es lo que se llevan. Ayer fui testigo de un hurto por parte de dos adolescentes. Estoy absolutamente segura de que ese hurto está totalmente desprovisto del aire romántico que se le endilga al robo de libros. Cuando lleguen a sus casas y abran el libro que se llevaron -cosa que dudo que en algún momento hagan- no creo que pueden pasar de la primera página. Teniendo a su alcance la joyita que tenían al lado, no entiendo cómo se llevaron ése. Aprendan, chicos, aprendan.

24.4.06


Pedidos especiales

A los organizadores de la Feria:
Cambien esa música del orto que tenemos que soportar el día entero. Ya nadie quiere escuchar esa flauta endemoniada.

A los visitantes:
Ya lo he dicho en ediciones anteriores, pero lo repito: no ocupen los asientos destinados al personal de los stands. Si están cansados, nadie tiene la culpa más que ustedes. Nadie les dijo que tenían que ir, lo hacen porque quieren. Además, la Feria cuenta con áreas de descanso para que puedan recuperarse. Siempre deben recordar que si ustedes hace muchas horas que están paseando, nosotros hace muchos días, ya no hablamos de horas, que estamos laburando.


Seguimos acá (mal que nos pese)

Sabía que esto iba a pasar. siempre sucede que pretendo más allá de mis propias capacidades. Quería que esto fuera algo al día, con lo mejor de lo mejor (!) y no puedo. La falta de tiempo y el excesivo cansancio me lo impide. Pero sé porque me consta -porque los vi con mis propios ojos, o no, pero me consta- que más de uno anduvo por allí. Es por eso que los insto, nuevamente, a que escriban su propia crónica.

20.4.06


Hoy

A partir de las 14, por trigésimo segunda vez, la Feria abrirá sus puertas. Como es costumbre desde hace pocos años, el día unaugural está abierto a quien esté dispuesto a pagar la entrada. En otras épocas, sólo se podía acceder con invitación especial.
El gran dilema del día(?) es si irá o no Mr. K. En otros momentos, eran los presidentes quienes inauguraban cada Feria. Después, eso pasó de moda cuando lo que sí se puso de modas fueron las silbatinas. De todos modos, habrá algún otro funcionario para poner la cara. Y será como siempre, la gente del sector hará reclamos como cada año y el funcionario de turno hará promesas que, por supuesto, nadie cumplirá. O sea que, nada nuevo bajo el sol. Si quieren buscar algún otro tipo de detalle, busquen por otro lado.
Una primera, y pequeña, recomendación: si en verdad quieren ver libros con tranquilidad, hagánlo de lunes a miércoles, después de las 6 de la tarde. Nunca antes de ese horario porque si no, sólo esquivarán escolares.
Seguimos transmitiendo en cualquier momento.

18.4.06


Lluvia en las afueras de Madagascar

Para Jorge Mayer, el inicio de la Feria tiene casi el mismo efecto que una lluvia en las afueras de Madagascar. Lo cuenta y, de paso, manguea un Céline.

Todos estos años, cada vez que me ha tocado arrancar la hoja de febrero en el almanaque, puntual en mi correo electrónico, recibo el convite de un amigo: che, Jorge, ¿este año nos vemos en la feria? La feria, por supuesto, es la del libro, y él, un tipo mucho más libresco que yo, a punto tal que tengo para mí que él saqueó la biblioteca de Alejandría antes de que el fuego hiciera lo suyo. Claro que tengo la precaución de no decírselo nunca. No sea cosa que tome mi cumplido por el lado que menos lo favorece y crea que yo lo considero un viejo. Nada de eso. Es un tipo mayor pero no tanto, pero lo que importa es otra cosa. A él y a mí, en distinta medida, nos apasionan los libros. Y si aclaro lo de la distinta medida no es porque haya un instrumento para mensurar ni esta ni ninguna otra pasión. Lo digo simplemente por esa vocación a prueba de balas que él manifiesta todo los años y yo simplemente no tengo. Hay feria del libro y a mí no me pasa nada. Es como si me dijeran que está lloviendo en las afueras de la capital de Madagascar. O poco menos que eso. Porque toda la verdad sea dicha y de un tirón: hay que ser un verdadero apasionado para asistir a un evento que tiene tanta convocatoria entre gente a la que no se le conoce más atracción por los libros que la asistencia casi religiosa a esta cita. Sobre todo porque -y a esto él lo podrá decir mejor que yo- a quienes gustosos celebramos todo amontonamiento de libros para revolver y revolver, nada nos fastidia más que el cercano aliento de alguien que lejos de socorrernos en la tarea, se oficia de obstáculo. Vamos, qué si no vallas son esos tipos que persiguen en medio de la multitud algo que bien podrían conseguir en cualquier librería de esas tan bonitas que hay en la calle Corrientes.

Pero él y yo somos hombres de tierra adentro y no tenemos a mano tanta librería para revolver y entiendo perfectamente que en un caso así la circunstancia se convierta en una hoja distinguida de la agenda. Yo, mi querido amigo, este año también me quedaré aquí y quizá nunca ponga un pie en la feria, salvo, claro, que algún deber laboral me obligue en algún futuro, pero aprovecho la ocasión, ya que muy posiblemente leas este espacio, para efectuar un pedido público: ¿no me conseguís un Céline? Cualquiera, cualquiera, que todavía no leí ninguno.

17.4.06


Buscado

Al avivado que aprovechó un momento de nuestra ausencia el día domingo, y se afanó la preciosa fotografía de 50x50 de Macedonio Fernández que lucía esplendorosa en uno de los laterales externos de mi stand, devuélvala ya. Tengan en cuenta algo, si quieren robar, róbenle a los editores ricos. A los pobres, déjennos vivir en paz. Ya les pasé el dato del plasma de Planeta, así que dedicánse a eso y devuélvanme a Macedonio.
Al segundo avivado que se achacó el pedazo de acrílico que protegía la zona de la caja, tengo que decirle que es un pelotudo.


Casi estamos



Casi estamos debería haber dicho el fin de semana. Pero como estaba demasiado ocupada en que estuviéramos hoy, no pude hacerlo. La imagen que ilustra este post pertenece al día sábado cuando todos estábamos más o menos así. O sea, en medio de tablas, maderas y cajas de libros. Hoy la cosa cambió, ya que dieron comienzo las Jornadas Profesionales. Si alguno de ustedes es profesional del libro, sabrá de qué estoy hablando. Los que no lo son, bien podrían de hacerse de alguna credencial que mienta que sí lo son para poder ingresar ahora y mirar con tranquilidad lo que les plazca. De otro modo, tendrán que esperar hasta el día jueves, que es cuando la Feria inaugurará para el público en general y atenerse a las consecuencias.
Varias consideraciones que dejaron estos días de armado:
-Planeta cerró su stand a los pasillos. Por un lado, deberíamos agradecerlo. Para qué obligarnos a mirar algo que no estamos interesados. Pero por otro, las telas ésas que colgaron tapan la visual de mi modesto stand. Mal por ello.
-Siguiendo con Planeta, el plasma que colocaron hacia el pasillo, vale más que mi stand completo. Apuesto unos buenos mangos a que sí.
-Como que Sudamericana no encuentre la R que se perdió, a partir de ahora, pasarán a llamarse Sudame icana.
-Voto porque vuelvan a dejar fumar en los baños.
-No es que sea buche, pero la gente de armado de una editorial que empieza con "Tus" y termina con "est" se la pasó recogiendo cuanta maderita o maderota quedaba por allí y la guardó prolijamente en el privado de su stand.
-La combinación top de este año en los stands es negro y amarillo.
-Por ahora, no tenemos mucho más para decir. Estas simples apreciaciones, son sólo producto de observar lo que teníamos pegado.

12.4.06


Carlitos Way

Disculpe, arquitecta -yo le digo que me llamo Paula, pero él insiste-, pero me sobra un metro. ¿Cómo que te sobra un metro?, le digo. En el stand, arquitecta, me sobra un metro a lo largo. No es posible que sobre nada, Carlitos. ¿Miraste el plano? Sí, por eso le digo. Pero no se preocupe, ya lo arreglé, arquitecta. ¡¿Qué arreglaste?! ¡¿Qué hiciste?! Es increíble como unas pocas palabras pueden provocar mi ira tan rápidamente. Y no es que me hayan dicho nada dramático, me dijo "ya lo arreglé", que en realidad es mucho más dramático que cualquier otra cosa imaginable. A ver, ¿cómo lo arreglaste? Fue fácil, arquitecta, dejé que sobrara. En la parte de atrás, claro, donde no se ve. Pienso, un metro que "sobra" por ocho metros de ancho, dan como resultado ocho metros cuadrados. A nadie en su sano juicio, teniendo en cuenta el valor del metro cuadrado, se le ocurriría desperdiciarlos. Está claro que dijimos "nadie en su sano juicio". No, Carlitos, no sobra nada. Te aseguro, te juro por la mismísima virgencita de Guadalupe que no sobra nada. Vamos a hacer una cosa, volvé a mirar el plano, lo que sea que hayas hecho, deshacelo y nos vemos allí mañana. Hoy no voy, es lo mejor para todos. Y ahora, hermanos, oremos.

5.4.06


Por si las moscas

Que les quede claro desde un principio -detestaría engañarlos- que si quieren datos precisos acerca de la Feria, no los van a encontrar aquí sino aquí. En este lugar nos dedicaremos a cuestiones menos relevantes pero, seguramente, más entretenidas.

4.4.06


Crónicas inútiles (versión 06)

¿Alguien recuerda que el año pasado a esta altura estábamos en esto? Me imagino que algunos sí lo recordarán, otros -en cambio- ya lo habrán descartado de su memoria, y, algunos otros, no deben tener la menor idea de qué se trata. Para no abundar en explicaciones innecesarias y aburridas para quienes sí saben de qué estamos hablando, recorran el blog, el archivo no es largo. Simplemente, se trata de -ya que me veo obligada a asistir cada año- acercarles a ustedes paso a paso la información relevante -cuando digo relevante, pueden verificar aquí (versión 05) de qué les hablo y seguir los links (versión 04)- de la Feria del Libro.
Pero nuevamente, apelo a la solidaridad de ustedes para hacer de esto algo realmente bueno(?). Sola no puedo, escriban también ustedes. Y no acepto: "no me gusta la feria" porque la crónica puede ser también: "por qué no me gusta la feria", o "la feria es una mierda" o lo que se les ocurra. Pero escriban y mándenme los textos. Cualquier duda, no tienen más que consultar. Queda abierta la convocatoria a partir de este momento.





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